Por Patricio Montesinos
Europa
transita hoy por una de las peores crisis de su historia y lo más grave
aun es que no se vislumbra una salida a su compleja situación económica,
que por supuesto la tiene contra las cuerdas ante Estados Unidos, cuyo gobierno nada hace por ayudar a sus “aliados” del llamado Viejo Continente, sino todo lo contrario.
Las estadísticas hablan por si solas del difícil panorama que vive la Unión Europea (UE), cuya tasa de desempleo alcanzó cifra record en febrero pasado, al registrar un 12 por ciento.
Ello se traduce en que el número de personas sin trabajo en la UE
ya superó los 26 millones, a lo que se suman los profundos recortes
sociales en la educación, la salud, la seguridad social, además del
incremento de los desahucios, las violaciones de los derechos humanos y
las faltas de libertades.
Grecia, con un 26,4 por ciento de desocupados, seguida de España, con un 26,3, y Portugal,
con un 17,5, encabezan la lista de los estados de esa región más
dañados por la crisis económica y las recetas neoliberales aplicadas por
sus respectivos gobiernos para erróneamente intentar zafarse de la soga
que los ahoga.
La vieja y “culta” Europa se encuentra en un callejón sin salida, en
el cual entró por su falta de previsión, por la aplicación de políticas
neoliberales y por dejarse arrastrar por las administraciones
norteamericanas hacia guerras injustificadas, entre otras razones, como
la corrupción, y no contar con un modelo propio e independiente de
Washington.
Desgraciadamente la UE no se ha percatado, o sencillamente no ha
querido ver, que su postura dependiente de Estados Unidos la ha llevado
al enmarañado escenario que enfrenta en la actualidad, sin que se augure
una solución a sus problemas a corto y mediano plazo.
Los países del Viejo Continente han hecho el trabajo sucio ordenado por Washington
de implicarse en agresiones militares en otras regiones del mundo,
asumiendo gastos incalculables que hubieran podido utilizarse en
beneficio de sus habitantes y con fines pacíficos.
Tampoco Europa ha reparado en que las ordenanzas recibidas de la Casa
Blanca han tenido solo un fin, debilitarla, en aras de que Estados
Unidos mantenga su supremacía y continúe dominando el mundo.
Similar está haciendo Washington al alentar una eventual guerra en el Pacifico entre las dos Coreas, que tiene como único objetivo desatar una peligrosa confrontación castrense que desgaste al continente asiático, y su hoy empuje económico a nivel internacional.
Los regímenes norteamericanos no creen en aliados ni en supuestos
amigos, cuando su hegemonía puede verse afectada. La “culta” Europa
debería aprender esa lección de una vez por todas, como ya lo hizo
Latinoamérica.
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