jueves, 22 de octubre de 2009
Imborrables huellas de Camilo en Camagüey
Camilo Cienfuegos estaba sentado en uno de los bancos de la actual Plaza de los Trabajadores limpiándose las botas, rodeado de hombres, mujeres y niños, cuando lo sorprende el lente de un fotógrafo. La imagen quedó para la historia como reveladora de la grandeza, sencillez y humildad del legendario jefe Guerrillero y de su apego al pueblo.
Fue el 30 de abril de 1959, víspera de la celebración del Día Internacional de los Trabajadores, fecha del primer desfile de la clase obrera cubana con la Revolución en el poder. Él llegó hasta aquí para junto a los camagüeyanos recordar la efeméride en un ambiente de solidaridad, de hermandad y, sobre todo, de unidad, vocación que siempre caracterizó al Señor de la Vanguardia.
La ocasión es ideal para volver tras las huellas imborrables de esa jornada, mediante el hilo conductor de Rafael Cruz Suárez, entonces adolescente de 12 años y testigo excepcional de aquel hecho, inédito para muchos y escena presente en el corazón de otros.
A Cruz -el segundo de pie, de izquierda a derecha- no resulta difícil identificarlo entre tantos alegres rostros que acompañaban al hombre de tupida y negra barba, sombrero alón, con los brazos apretados a su cuerpo y el arma sobre sus muslos, siempre en ristre para defender los derechos sagrados del pueblo.
¿Qué hacia usted cuando llegó Camilo?
-Fuimos precisamente hasta allí para conocerlo y apoyarlo. Caminamos la ciudad con él y tuvimos la impresión aquella de estar ante el Héroe de Yaguajay, explicado por mis padres. Era un niño, pero conocía esa figura legendaria en la lucha guerrillera.
¿Recuerda las cuestiones que se hablaron?
-Me llamó la atención, como niño al fin, la modestia, de cómo un jefe militar conversó con la persona que le limpiaba los zapatos y le prometió a éste escuelas, de las cuales yo después disfrute como estudiante. Tal es el caso del instituto politécnico Manuel Cañete Ramos, otrora cuartel Monteagudo.
No se apartó de la mente del entrevistado la fecha del 21 de octubre. Aquel día Camilo por orden de Fidel viajó a Camagüey a neutralizar la intentona sediciosa del traidor Hubert Matos, eje central de una maniobra contrarrevolucionaria y anticomunista que trató de frenar el curso normal de aplicación de la Ley de Reforma Agraria.
Fue uno de los miles y miles de camagüeyanos participantes en la primera marcha combatiente de hace cinco décadas, encabezada por Fidel desde la calle San Pablo y Cuerno hasta el antiguo cuartel Agramonte, una victoria más del pueblo contra la intentona traidora.
“Fui hacia allí, hasta el antiguo cuartel acompañando a la muchedumbre. Como muchacho al fin quería estar delante. El pueblo era bastante. Pienso que aunque en la marcha de este 2009 Fidel no halle físicamente, siempre estará presente entre nosotros”. Hoy su batalla es con el arma de la pluma y las ideas.
¿Cuál es en su criterio la posición de los camagüeyanos de hoy y de mañana para dar continuidad a esta marcha por la Revolución?
-La de los camagüeyanos es recordar ese ejemplo que nos dio Camilo de fidelidad a la Revolución y a Fidel; y que no habrá enemigo que nos haga retroceder ni claudicar por nada en el mundo. Estaremos, como lo hizo Camilo, fiel a la Revolución en las actividades de todos los días en el trabajo. Es lo importante, no es la teoría, no es proclamarlo sino estar presente en el trabajo cada uno cumpliendo con su deber.
Rafael Cruz Suárez multiplica entre sus estudiantes del instituto politécnico “Cándido González” esa voluntad y esa fe en la Revolución que no ha decaído un ápice en los 62 años vividos en una sociedad plena, donde el ser humano es lo primero. Por Enrique Atiénzar Rivero / Fotos: Orlando Durán Hernández y Revista Senderos
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